Medalla Benedictus
La historia:
Según la antigua tradición, la medalla benedictina ya se conocía en el siglo XI. El clérigo alsaciano Bruno, que más tarde se convertiría en el Papa León IX, fue mordido por un reptil venenoso en su juventud y cayó gravemente enfermo durante dos meses; perdió la voz y gran parte de su peso. Cuando perdió toda esperanza de curarse, tuvo la visión de una escalera brillante que conducía al cielo. Una figura venerable, vestida con hábito de monje, descendía por ella. Era San Benito, que llevaba una cruz luminosa en la mano, con la que tocó el rostro de Bruno y le curó inmediatamente. La aparición desapareció. Bruno, que había sido curado de esta manera milagrosa, se unió más tarde a la orden benedictina. Ascendió al trono papal en 1048 con el nombre de León IX y fue conocido por su santidad, su devoción a la Santa Cruz y también a San Benito. Gracias a este Papa, la Medalla Benedictina recibió muchas bendiciones especiales y su veneración se generalizó.
El renacimiento de la veneración de la medalla benedictina se produjo en 1647, cuando se encontró en el monasterio benedictino bávaro de Metten un antiguo manuscrito, copia del Evangelio de 1415, que daba pistas sobre el significado de unas misteriosas cruces encontradas aquí y allá en las paredes del monasterio, rodeadas de letras cuyo significado ya no se conocía. En la última página del manuscrito había un dibujo a pluma y tinta que representaba a San Benito con un bastón en forma de cruz en una mano y una especie de estandarte o pergamino en la otra, en el que estaban escritas palabras cuyas iniciales explicaban las misteriosas letras de las paredes del monasterio.
El descubrimiento de este dibujo a pluma con la cruz y los versos dio un nuevo impulso a la veneración de la Santa Cruz y también a la de San Benito, que utilizó el santo signo de forma tan milagrosa. Se acuñaron medallas que simbolizaban esta doble veneración y se distribuyeron entre el pueblo. Su uso piadoso pronto se convirtió en fuente de múltiples bendiciones mundanas y espirituales. La medalla se difundió rápida y ampliamente, no sólo en Alemania, donde se acuñó por primera vez, sino en toda la Europa católica, gracias a las frecuentes y extraordinarias gracias recibidas. Pocos años después, San Vicente de Paúl, fallecido en 1660, parece haberse familiarizado con el efecto de la medalla. Las Hermanas de la Misericordia fundadas por él las han llevado siempre unidas a sus rosarios, y durante muchos años se fabricaron exclusivamente para ellas en Francia.
Finalmente, en 1741, el Papa Benedicto XIV, conmovido por las numerosas gracias que Dios había concedido a través de la medalla y deseoso de que todos participaran de esta bendición, aprobó solemnemente su veneración y la recomendó a los fieles. Como incentivo adicional, el mismo pontífice enriqueció la medalla con numerosas indulgencias.
La medalla más utilizada en la actualidad es la llamada Medalla del Jubileo, que, aprobada por el Papa Pío IX en 1877, se acuñó por primera vez en 1880 con motivo del 1400 aniversario del nacimiento de San Benito en Montecassino, basándose en un diseño de un monje benedictino de Beuron.
Descripción de la medalla:
En el anverso de la medalla, la Cruz de San Benito lleva las letras: "C. S. P. B.", es decir, "Crux Sancti Patris Benedicti" ("Cruz del Santo Padre Benedictus").
En el tronco en línea vertical se lee: "C. S. S. M. L." y en el travesaño las letras: "N. D. S. M. D.", es decir: "Crux Sacra Sit Mihi Lux, Non Draco Sit Mihi Dux." ("¡Que la santa cruz sea mi luz, que el dragón no sea mi jefe!"). (Las 14 letras del círculo: "V. R. S. - N. S. M. V. - S. M. Q. L. - I. V. B." significan: "Vade Retro Satana, Nunquam Suade Mihi Vana, Sunt Male Quæ Libas, Ipse Venena Bibas", es decir: "¡Deja paso a Satanás! No me aconsejes nunca - el falso destello del pecado. - Sirves vino malo, - Bebe tú mismo el veneno en él".
El reverso de la medalla muestra la imagen de San Benito, que sostiene en su mano derecha la cruz, con cuyo poder obró sus milagros, y en la izquierda la santa regla, que debe conducir a todos los que la siguen a la luz a través de la cruz.
Indulgencias:
El Papa Benedicto XIV ha concedido muchas indulgencias sobre esta medalla, de las que aquí sólo se enumeran las más importantes: Quien rece el rosario al menos una vez a la semana y oiga la Santa Misa puede ganar la indulgencia plenaria en los siguientes días, después de recibir los santos sacramentos de la penitencia y del altar y de rezar las oraciones de indulgencia habituales: Navidad, Epifanía, Pascua, Ascensión, Pentecostés, Domingo de la Trinidad, Corpus Christi, la Natividad, la Candelaria, la Anunciación y la Ascensión, Todos los Santos y la fiesta de la Asunción de San Benito (21 de marzo).
Pueden ganar la indulgencia plenaria quienes, después de la confesión y la comunión, encomienden su alma a Dios en la hora de la muerte o, si ya no pudieran recibir estos santos sacramentos, despierten una contrición perfecta e invoquen los santísimos nombres de Jesús y de María con la boca o, al menos, con el corazón.