El fuego es a la vez una maldición y una bendición, un don de Dios y un castigo.
Hasta bien entrado el siglo XIX, la gente estaba a merced del fuego. Las normas contra incendios evitaron muchos incendios, y muchos valientes ayudantes extinguieron fuegos menores con cadenas de cubos y bombas manuales. Pero sólo la oración ayudaba contra los incendios. Se invocaba a la Virgen María y a "santos del fuego" como San Florián, Santa Bárbara y San Cristóbal. Numerosas respuestas a las oraciones, registradas en el "Libro de Milagros de Frauenberg", hablan de la confianza en Dios y la intercesión celestial.
La tecnología moderna, la aparición de la motorización y la creencia en el progreso marcaron cada vez más el siglo XIX. La gente toma las riendas de su destino. En 1851 se fundó en Reichstadt (Bohemia) el primer cuerpo de bomberos voluntarios de la monarquía, y en 1853 se creó en Graz el primero de Estiria. En 1872 se fundaron en la región los cuerpos de bomberos de Liezen, Rottenmann y Aussee, seguidos por los de Admont y St.
Hoy en día, la tecnología de alto rendimiento determina la protección contra incendios. Equipos de última generación, manejados por voluntarios altamente cualificados, ayudan a combatir los incendios. Y, sin embargo, San Florián vela por sus "discípulos Floriani" en cada parque de bomberos...
Winfried Schwab OSB, representante cultural del convento