La Regla de San Benito: el corazón, la mano y el cerebro de un monasterio

Iglesia abacial de Admont © Stefan Leitner

La Regla de San Benito

El corazón, la mano y el cerebro de un monasterio

Cuando en 1074 se fundó la abadía benedictina de Admont, hacía ya más de 500 años que monjes y monjas vivían según la Regla de San Benito en todo el mundo entonces conocido.

Benito nació hacia 480 en la actual Italia, hijo de un rico terrateniente. Fue enviado a Roma para estudiar, pero pronto abandonó sus estudios para vivir como ermitaño en las montañas de Enfide. Pronto atrajo la atención de los vecinos, de modo que la comunidad monástica de Vicovaro lo eligió abad. Sin embargo, la tensión en esta comunidad era tan grande que Benito volvió a abandonar el monasterio tras un intento de asesinato.

San Benito se retiró a Subiaco y, según la tradición, fundó allí 12 pequeños monasterios. El monasterio de Santa Escolástica, dedicado a su hermana gemela, sigue existiendo allí. Los conflictos con los sacerdotes locales y el obispo hicieron necesaria otra mudanza. En 529, Benito se trasladó a Monte Cassino, a 80 kilómetros de distancia, y fundó allí otro monasterio, que hoy se considera el monasterio madre de los benedictinos.
Las reglas de la casa que escribió para Monte Cassino se difundieron rápidamente, y hoy unos 40.000 monjes y monjas de todo el mundo viven según estas reglas. El propósito de la Regula Benedicti es vivir el mensaje de Jesús.
En su sentido original, la Regla de San Benito es un manual de instrucciones para vivir según el Evangelio. La tradición la resume con las tres palabras latinas "ora et labora et lege": "reza, trabaja y lee". Esta tríada benedictina caracteriza la vida monástica. Lo primero y más importante es la oración, ya que, según Benito, nada es preferible a la oración. Varias veces al día, los monjes de Admont se reúnen en la llamada capilla del coro para rezar juntos la Liturgia de las Horas. Esta capilla es algo así como el centro de nuestra casa. La oración marca el ritmo del día y de la vida benedictina. En la oración, conectamos nuestros corazones con el corazón de Dios. Escuchamos con el corazón, como nos pide San Benito. Sin oración regular, un monasterio no sería un monasterio. Después de la oración, los monjes deben dedicarse al trabajo que les ha sido asignado.

Esta zona ha cambiado considerablemente desde los tiempos de San Benito. Antes se dedicaba principalmente a la agricultura, pero hoy los monjes se ocupan de muchas otras tareas. Se supone que los monjes viven del trabajo de sus manos, por lo que esta edición de aniversario intenta retratar las diversas tareas de los monjes de Admont en el pasado y en la actualidad. Además de la oración y el trabajo, la lectura espiritual es una parte esencial de la vida de un monje benedictino. El monje debe dedicar cada día cierto tiempo a la lectura de las Sagradas Escrituras y de otros textos espirituales. Esta ocupación diaria debe servir de alimento para el cerebro y ayudar así al monje a desarrollar una relación aún más profunda con Cristo.
Además de esta gran tríada, San Benito regula muchos asuntos pequeños y a menudo aparentemente discretos, que, sin embargo, tienen un sentido más profundo dentro de la estructura más amplia de un monasterio. Para San Benito es importante que sus monjes puedan llevar una vida satisfactoria. Nadie debe estar sobrecargado, nadie debe estar en desventaja. Un monasterio debe ser un lugar de paz y buena voluntad mutua. Benito termina su regla con las palabras "Ut in omnibus glorificetur Deus" - "Para que Dios sea glorificado en todo". Esta frase subyace a todas las instrucciones que da. Todo debe hacerse para la gloria de Dios.